11deJulho

tendências, souvenirs, beijos esparcidos aos precipícios dessa coisa rugosa que muitos chamam amor, solilóquios, colóquios, provocações e invectivas, enfim, de tudo um pouco, daquilo que sou

Sunday, July 17, 2005

sobre Agamben

Guió / Comentaris al text de Jorge Carrión sobre Agamben

Alexandre Nunes de Oliveira (sessió 4/4/05)


1.
Jorge empieza por situarse muy bien en el espíritu del debate que promueve Agamben. En la primera página, el compañero lanza, de forma bien coordenada, estas coordenadas: «Giorgio Agamben retoma esta figura de “el musulmán” para a partir de ella reflexionar sobre la construcción paradójica del testimonio en este tipo de situación límite [...], pues en gran medida su condición de “no-hombre” se funda en la pérdida del lenguaje, en la imposibilidad de establecer una comunicación.»; En seguida subraya igualmente la relevancia de la figura 'musulmana' para «problematizar el tema de la identidad, sobre todo si ésta es concebida como una construcción discursiva» (todavía en la p.1). Así se lanzan semillas para un debate que importa cosechar, y que tienen otros desarrollos en la el planteamiento «de la posibilidad o imposibilidad» (cf. p.2) de la palabra, del discurso, del testimonio.

2.
Si en el cerne de la figura del 'musulmán' encontramos la «pasividad, una pasividad que sin embargo es fuente de un complejo proceso de subjetivación / desubjetivación» (p.2), es evidente que nos encontramos ante un problema de combinatoria entre identidad y discursividad, en la lógica y el seno de una identidad identitariamente lingüística. Si, asumiendo vagamente una tradición filosófica matizada por Nietzsche o Heidegger, entendemos la poesía como máxima (o incluso 'originaria') expresión del lenguaje, no podemos dejar de seguir el paso de Agamben, y pensar en una umbilicalidad entre identidad (o sea: búsqueda, intento, sendero de) y la misma poesía. Así lo apunta Jorge: «todo acto de palabra y su manifestación más radical se manifiesta en la creación poética, dado que “el paso de la lengua al discurso es, si bien se mira, un acto paradójico, que implica, al mismo tiempo, una subjetivación y una desubjetivación. Por una parte, el individuo psicosomático debe abolirse por entero y desubjetivarse en cuanto individuo real para pasar a ser el sujeto de la enunciación.”» (p.3).

3. En seguida se resbala para Fernando Pessoa, un caso muy significativo, ya cargado por la curiosidad que encierra su invulgar apellido - en castellano, 'Persona'; es su apellido real, ninguna artificio literario. Adelanta Jorge:
Como ejemplo extremo de este mecanismo, Agamben menciona el caso del poeta Fernando Pessoa, quien para convertirse en sujeto poético de la enunciación necesitaba desprenderse de su identidad como individuo concreto y dar paso a sus famosos heterónimos, los cuales expresaban lo que quizá él como Fernando Pessoa era incapaz de expresar. De este modo, el poeta se convierte en un terreno de experimentación del Yo. Hasta este punto, parece no haber un conflicto irresoluble entre la desubjetivación y la generación de discurso, pues en cierta medida es incluso la propia desubjetivación la que lo hace posible. En principio, la desubjetivación que se verifica tanto en “el musulmán” como en Pessoa no tendría por qué cancelar la posibilidad de generar discurso para propiciar un proceso de construcción de la identidad; sin embargo, se aprecia una diferencia sustancial que en el caso del musulmán le impide consolidar la tentativa del testimonio: a la desubjetivación de Pessoa le sucede una resubjetivación, el retorno del poeta que reacciona frente a su inexistencia y puede dar cuenta de su experiencia de despersonalización, tal y como se puede apreciar en la carta que el propio Pessoa escribió sobre sus heterónimos y que es citada por Agamben en su texto. Esta dialéctica se ve interrumpida en la condición de pasividad meramente receptiva del musulmán, la cual lo imposibilita para emprender una resubjetivación que le dé continuidad a la construcción del sujeto. Esta incapacidad, trágica en tanto irreparable, confina al musulmán al polo opuesto de lo que en otro texto Agamben vislumbra como la condición en la que el hombre encuentra sobre la tierra su propio sentido: el estatus poético.» (pp. 3-4).

Cita larga, pero ingeniosa y provechosa. Tiene desde luego el mérito de flexionar, involuntariamente, hacía ese período prodigioso y fascinante de la literatura portuguesa, anterior al Holocausto, en que varios escritores se aventuran a la descubierta del otro, fuera de sí, en sí mismos y en el espacio – o la química – de por medio. Aquí dejo terreno de sugerencia para otra edición del curso. El protagonismo de Pessoa(s) y sus heterónimos en este movimiento acaba por ofuscar vastas personalidades literarias, como Mário de Sá Carneiro, Almada Negreiros, o Teixeira de Pascoaes, cuya calidad justificaría otro reconocimiento. Otra sugerencia, ya que estamos en ello, el cine moderno italiano, de Pier Paolo Pasolini, Roberto Rosellini y claro, Federico Fellini, en particular Otto e Mezzo.

4.
Por fin, retomo a mi propia obstinación, a cada guiño o torcedura que me lo permite. Y me abre Jorge el camino, ya en el declive de su p.5, mencionando la intersubjetividad de los testigos advocada por Reyes Mate (o la conciliación, como le llamé yo), que «no necesariamente anula la posibilidad del discurso».Veo un territorio suficientemente amplio entre necesidad (que también es ansiedad, inquietación, impulso, «desasosiego», como invoca Pessoa) y imposibilidad (siendo ésta sobremanera incompletud, infinitud, inagotabilidad), quizá sólo un minúsculo intersticio, a saber, la posibilidad, la tentativa, la evasión. Podemos estar condenados al fracaso de la imposibilidad, pero sólo lo podemos saber definitivamente si intentamos algo – y fracasamos. Y quizás un día no.

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