sobre Frankl e Primo Levi
Guió / Comentaris al text de Olga sobre Frankl e Primo Levi
Sessió de 4/4/05
Alexandre Nunes de Oliveira
1. El primero aspecto que enfocaría en el texto de Olga es su intuición sobre la búsqueda o voluntad de sentido como elemento o aspecto fundamental de la naturaleza hominal: «Frankl nos habla sobre todo de la necesidad que sienten muchos de sus pacientes de encontrar un sentido a su vida. En El hombre en busca de sentido explica que al observar quién sobrevivía y quién no en el campo de concentración, concluyó que lo importante era sobrevivir para algo, en palabras de Nietzsche: “aquellos que tienen un porqué para vivir, pese a la adversidad, resistirán”. La razón de toda existencia humana no reside, pues, para Frankl, ni en la voluntad de placer (tal y como defendería Freud), ni en la voluntad de poder (tal y como sostendría Adler), sino en la voluntad de sentido.» (p.1). Es una idea que tiene su parte de preciosa, seguramente también de elevada, pero que no puede dejar de presentar – como Olga entiende, invocando desde luego a Freud e Adler – su quid de polémico a la hora de presentarlo como lo más constitutivo de lo humano. Es algo, naturalmente, que merece una discusión muy atenta y dirimida. Pero le concedemos que, al valer como hipótesis de trabajo, hablamos en todo caso de un sentido que no está dado de origen, ni que puede acceder fácilmente al estatuto de absoluto o incondicional, sino que en si mismo es dinámico, incierto, dilemático: «Ese sentido no tiene porqué ser fácil ni de encontrar, ni de construir, sino más bien al contrario: la tensión provoca diálogo en el fuero interno de cada uno de nosotros y nos ayuda a encontrar cuál es el porqué o el para qué último de nuestra existencia» (p.1).
2. Luego Olga inflexiona en inferir que : “si tiene sentido, el sufrimiento puede soportarse con dignidad.” (todavía en la p.1), en sintonía con el pensamiento de los dos autores que aborda. Manejamos un tema delicado, y negar la experiencia, o tan simplemente la reflexión ulterior, de un deportado en un campo concentracionario es algo que habrá de estar muy bien fundamentado, si es que se puede de todo hacerse, en función de no ser asequible esa «pérdida de la dignidad del ser humano en una situación como la vivida en el Lager» (p.2). Quiero decir que es un tema, debido a su propia complejidad y carácter extremo, en que es difícil encontrar una plataforma para un debate serio, sin caer en la torpeza, en el paternalismo, la compasión o el facilitismo moral. Es un tema que exige gran estatura, cordura y toda la concentración.
Sin embargo, creo que Olga sigue bien por el filón dejado abierto por Primo Levi: Véase toda la p.2, y su recorrido por la deshumanización de los prisioneros conducida por los nazis, no sólo como aprovechamiento de la fuerza esclava de trabajo, sino como intento inmisericordioso de rechazar el lenguaje, suspender el entendimiento, castrar toda libertad y cortar la identidad.
En este caso, el primer momento de atribuir valor ontológico a la necesidad de sentido, aparece ahora reflectado, como ejemplo práctico, en la obra escrita de Primo Levi, quien, habrá asumido, como razón de su vivir, la obligación de testimoniar (vide p.2 y sobre todo p.3, donde la compañera escribe: «Le corresponde sobrevivir para poder explicar, para, a través del acto del lenguaje, conocer y hacer conocer.»). Esta consideración dispone de su validez a nivel general, pero Olga se decide a adentrar más en la mente de Levi y a sacarle otra significación, quizá más íntima y esencial: la de reconstruir su propia identidad (atacada y dañada, como vimos, por la maquina concentracionaria), en el meandro de lo posible, a través de la subversión: «Nuestra hipótesis sería, pues, que en el fondo, Levi se construye y reconstruye a través del acto de la escritura, del lenguaje, justo aquello que los nazis le robaron nada más entrar en el campo. De ahí que hablemos de subversión, una subversión que creemos fuera el sentido último que diera a su vida», desvela la compañera en su p.3.
3. Estaríamos aquí, pues, confinados a pensar la literatura como una experiencia de catarsis o plenificación del ser. Si tomamos la cita de Properi (apuntada por Olga en p.3, n.4) - “Se è vero che l’esperienzia del Lager ha costituito una specie di rivellazione del nulla e che nulla è vero all’infuori del Lager, raccontare significa ribellarsi al nulla e al non senso dell’esistenza”, cogeremos la escritura como una renuncia a la nada y a la angustia ante el vacío, o sea, a una afirmación de la vida en su potencia y eclosión, aunque sea una afirmación que parta primero de la negación de la inanidad. Más allá de la necesidad existencial de comunicar y del imperativo moral de la denuncia y de la memoria, se añade el carácter empeñado, rompedor y subversivo del arte, como terapia, elevación y sobrecogimiento (cf. p.4).Pero no son estos los trazos del arte en general? Si la radicalidad potenciada por el campo de concentración aporta a una experiencia universal de la condición humana, entonces tenemos en la escritura de Primo Levi un ejemplo depurado para una gran concepción estética, para una teoría general del arte. Y esto también en contra de los nazis, subvirtiendo su maldito programa.
Sessió de 4/4/05
Alexandre Nunes de Oliveira
1. El primero aspecto que enfocaría en el texto de Olga es su intuición sobre la búsqueda o voluntad de sentido como elemento o aspecto fundamental de la naturaleza hominal: «Frankl nos habla sobre todo de la necesidad que sienten muchos de sus pacientes de encontrar un sentido a su vida. En El hombre en busca de sentido explica que al observar quién sobrevivía y quién no en el campo de concentración, concluyó que lo importante era sobrevivir para algo, en palabras de Nietzsche: “aquellos que tienen un porqué para vivir, pese a la adversidad, resistirán”. La razón de toda existencia humana no reside, pues, para Frankl, ni en la voluntad de placer (tal y como defendería Freud), ni en la voluntad de poder (tal y como sostendría Adler), sino en la voluntad de sentido.» (p.1). Es una idea que tiene su parte de preciosa, seguramente también de elevada, pero que no puede dejar de presentar – como Olga entiende, invocando desde luego a Freud e Adler – su quid de polémico a la hora de presentarlo como lo más constitutivo de lo humano. Es algo, naturalmente, que merece una discusión muy atenta y dirimida. Pero le concedemos que, al valer como hipótesis de trabajo, hablamos en todo caso de un sentido que no está dado de origen, ni que puede acceder fácilmente al estatuto de absoluto o incondicional, sino que en si mismo es dinámico, incierto, dilemático: «Ese sentido no tiene porqué ser fácil ni de encontrar, ni de construir, sino más bien al contrario: la tensión provoca diálogo en el fuero interno de cada uno de nosotros y nos ayuda a encontrar cuál es el porqué o el para qué último de nuestra existencia» (p.1).
2. Luego Olga inflexiona en inferir que : “si tiene sentido, el sufrimiento puede soportarse con dignidad.” (todavía en la p.1), en sintonía con el pensamiento de los dos autores que aborda. Manejamos un tema delicado, y negar la experiencia, o tan simplemente la reflexión ulterior, de un deportado en un campo concentracionario es algo que habrá de estar muy bien fundamentado, si es que se puede de todo hacerse, en función de no ser asequible esa «pérdida de la dignidad del ser humano en una situación como la vivida en el Lager» (p.2). Quiero decir que es un tema, debido a su propia complejidad y carácter extremo, en que es difícil encontrar una plataforma para un debate serio, sin caer en la torpeza, en el paternalismo, la compasión o el facilitismo moral. Es un tema que exige gran estatura, cordura y toda la concentración.
Sin embargo, creo que Olga sigue bien por el filón dejado abierto por Primo Levi: Véase toda la p.2, y su recorrido por la deshumanización de los prisioneros conducida por los nazis, no sólo como aprovechamiento de la fuerza esclava de trabajo, sino como intento inmisericordioso de rechazar el lenguaje, suspender el entendimiento, castrar toda libertad y cortar la identidad.
En este caso, el primer momento de atribuir valor ontológico a la necesidad de sentido, aparece ahora reflectado, como ejemplo práctico, en la obra escrita de Primo Levi, quien, habrá asumido, como razón de su vivir, la obligación de testimoniar (vide p.2 y sobre todo p.3, donde la compañera escribe: «Le corresponde sobrevivir para poder explicar, para, a través del acto del lenguaje, conocer y hacer conocer.»). Esta consideración dispone de su validez a nivel general, pero Olga se decide a adentrar más en la mente de Levi y a sacarle otra significación, quizá más íntima y esencial: la de reconstruir su propia identidad (atacada y dañada, como vimos, por la maquina concentracionaria), en el meandro de lo posible, a través de la subversión: «Nuestra hipótesis sería, pues, que en el fondo, Levi se construye y reconstruye a través del acto de la escritura, del lenguaje, justo aquello que los nazis le robaron nada más entrar en el campo. De ahí que hablemos de subversión, una subversión que creemos fuera el sentido último que diera a su vida», desvela la compañera en su p.3.
3. Estaríamos aquí, pues, confinados a pensar la literatura como una experiencia de catarsis o plenificación del ser. Si tomamos la cita de Properi (apuntada por Olga en p.3, n.4) - “Se è vero che l’esperienzia del Lager ha costituito una specie di rivellazione del nulla e che nulla è vero all’infuori del Lager, raccontare significa ribellarsi al nulla e al non senso dell’esistenza”, cogeremos la escritura como una renuncia a la nada y a la angustia ante el vacío, o sea, a una afirmación de la vida en su potencia y eclosión, aunque sea una afirmación que parta primero de la negación de la inanidad. Más allá de la necesidad existencial de comunicar y del imperativo moral de la denuncia y de la memoria, se añade el carácter empeñado, rompedor y subversivo del arte, como terapia, elevación y sobrecogimiento (cf. p.4).Pero no son estos los trazos del arte en general? Si la radicalidad potenciada por el campo de concentración aporta a una experiencia universal de la condición humana, entonces tenemos en la escritura de Primo Levi un ejemplo depurado para una gran concepción estética, para una teoría general del arte. Y esto también en contra de los nazis, subvirtiendo su maldito programa.
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