Comentaris sobre Linda Nochlin
Guió / Comentaris al texte de Valeria Losoviz sobre el texte de Linda Nochlin
(7/2/05)
1. Hoy el día de lluvia invita a quedar en casa, nada como escribir por la mañana, con la estufa encendida y un zumo de naranja acabado de exprimir. Comento pues, como es habitual, tan sólo dos o tres cositas del texto de Valeria sobre Linda.
2. De manera general, aunque le falte segmentación por capítulos, el texto me parece bien estructurado (véase la página 3, por ejemplo). Se notan sin embargo algunos fallos de puntuación, que dificultan la lectura, sobretodo en las primeras páginas.
3. Otra cosa es sí el tema tiene tanto que ver con las cuestiones que venimos trabajando en el curso. Se habla de arte moderno más que de identidad y el eje de tematización está centrado en autores y polémicas de hace más de cien años atrás, o sea, no propiamente contemporáneos.
4. Por eso también la conclusión a que llega Valeria, en la última página me parece algo abrupta y presurosa: «Ahora bien, lo que a mi me interesa del texto de Nochlin, en relación a lo que estamos viendo en clase, es el hecho del lenguaje, entendiendo en este caso, el lenguaje que parte de la representación estética. En clase dijimos que la construcción de la identidad debe pasar si o si por el lenguaje. Dijimos que fuera del discurso no hay identidad, que el discurso lo entendemos como una acción lingüística (con connotaciones estéticas). Y que el lenguaje constituye nuestra manera de relacionarnos con el mundo y con nosotros mismos. Yo creo que los pintores del modernismo encontraron la manera de representar, mediante un nuevo lenguaje (el de la fragmentación y la gaseocidad), la identidad de su tiempo.» (p.5)
De hecho, creo que son conclusiones excesivamente orientadas y condicionadas por lo que se viene discutiendo en clase, no quedando claro como del texto de Nochlin se llega a ellas, sino indirectamente por la referencia a las sesiones del seminario.
5. No obstante, naturalmente que algunos de los temas trillados en el texto entroncan que lo venimos hablando en el curso, en particular con las tesis de Bauman. Me refiero a las nociones de ‘fragmentación’, ‘efímeridad’ o ‘contigencia’, introducidas luego en la primera página por Valeria, en un movimiento dialéctico que culmina, en la página 2, con la presentación de los conceptos de «“floating existences” [existencia flotante] y gaseocidad, como símbolos distintivos de la calidad de la vida moderna». Nos encontramos pues con los conceptos de fluidez, existencia dinámica e identidad mutable que antes hemos visto con Bauman. Simplemente comentaría que con una nomenclatura que no me parece tan feliz. En efecto, creo que el término ‘líquido’ es más oportuno e ilustrativo que decir ‘lo gaseoso’...
6. Así, pues, se repiten ideas que antes ya trabajamos: la pérdida del centro, o descentramiento, la disolución y la desintegración de la realidad y sus perspectivas, los tiempos de crisis y cambios de valores e ideales - los cuales, como también ya observamos, pueden ser vistos con la mirada nostálgica de algo irremediablemente destrozado y irrecuperable, o con el entusiasmo propio de quien vive y acepta intensamente su presente y aprecia el ‘fragmento’ no como «la pérdida del todo» (p.1) sino como una nueva medida de la unidad.
7. Poco se añade, por lo tanto, con mucho relieve, al debate, sino tal vez el punto de vista de algún encuadramiento histórico, pues al final parece que son inquietudes que ya despuntaban hace más de un siglo, al menos entre los sectores avanzados del arte (Baudelaire) y de la política (Marx). O sea, que todo tiene una arqueología, un pasado, un desarrollo, y quizás nuestro tiempo no sea en fin tan distinto y tan singular.
Pero Valeria no profundiza esta vertiente, estas aperturas. Respecto a la evolución de la modernidad hasta nuestro tiempo, su apreciación es muy sinóptica: «El destino del tema del cuerpo en fragmentos en el siglo XX ocupa un espacio central y polivalente del arte en nuestro tiempo. En el postmodernismo lo entendemos de forma diferente y más transgresiva.» Es obviamente un filón que merecía otra suerte, más explanación. No queda claro como se hace esa transición, como somos herederos de la modernidad y de sus posicionamientos críticos, y en que medida es lo ‘posmoderno’ más subversivo y en que consiste su ‘diferencia’.
8. La otra pista, de veras sugerente, es la dejada por Bataille: «art “is born of a wound that does not heal” [el arte nace de una herida que no cicatriza nunca].» Esto nos hace pensar entonces en una de esas posibilidades de desarrollo que antes nos pareció entrever. El arte como un ‘desasosiego’ (Fernando Pessoa otra vez), una inquietación permanente, una angustia crítica, una turbación visceral y empujadora, una ansia incoercible y de fuente incontrolable. Puede haber sido la revelación del arte en estos términos la gran aportación de una modernidad que a partir de ella se pasó a cuestionarse a sí misma de forma contundente pero también creativa.
Este proceso de crítica y liberación empezó con el atrevimiento y la energía de los artistas (quizás no sólo por ellos, pero seguramente con ellos), hasta llegar a un punto de expansión más generalizada a otros tejidos de la sociedad.
Reconoceríamos, pues, bajo esta intuición, un papel de cambio social y cultural al arte, a través de su dolor, eso es decir, de las inquietudes vitales que suscita y provoca. Que estas ansiedades tornadas fuerzas detengan la capacidad de impulsionar toda la sociedad hacía la mudanza, puede también significar, dejamos la sospecha, que se operó una contaminación estética de la civilización, que el arte ya nos es cosa de pintores y músicos, sino que cada cual puede ser poeta y actor de sí mismo, cada individuo obra abierta en continuo proceso heurístico y búsqueda artística de sí mismo.
Y aquí estaría también la clave para la pregunta que formulamos en el punto anterior: esta contaminación estética sería la herencia de la modernidad, y, a la vez, el moto que permite más radicalidad e intempestividad a la identidad posmoderna.
Alexandre Nunes de Oliveira
(7/2/05)
1. Hoy el día de lluvia invita a quedar en casa, nada como escribir por la mañana, con la estufa encendida y un zumo de naranja acabado de exprimir. Comento pues, como es habitual, tan sólo dos o tres cositas del texto de Valeria sobre Linda.
2. De manera general, aunque le falte segmentación por capítulos, el texto me parece bien estructurado (véase la página 3, por ejemplo). Se notan sin embargo algunos fallos de puntuación, que dificultan la lectura, sobretodo en las primeras páginas.
3. Otra cosa es sí el tema tiene tanto que ver con las cuestiones que venimos trabajando en el curso. Se habla de arte moderno más que de identidad y el eje de tematización está centrado en autores y polémicas de hace más de cien años atrás, o sea, no propiamente contemporáneos.
4. Por eso también la conclusión a que llega Valeria, en la última página me parece algo abrupta y presurosa: «Ahora bien, lo que a mi me interesa del texto de Nochlin, en relación a lo que estamos viendo en clase, es el hecho del lenguaje, entendiendo en este caso, el lenguaje que parte de la representación estética. En clase dijimos que la construcción de la identidad debe pasar si o si por el lenguaje. Dijimos que fuera del discurso no hay identidad, que el discurso lo entendemos como una acción lingüística (con connotaciones estéticas). Y que el lenguaje constituye nuestra manera de relacionarnos con el mundo y con nosotros mismos. Yo creo que los pintores del modernismo encontraron la manera de representar, mediante un nuevo lenguaje (el de la fragmentación y la gaseocidad), la identidad de su tiempo.» (p.5)
De hecho, creo que son conclusiones excesivamente orientadas y condicionadas por lo que se viene discutiendo en clase, no quedando claro como del texto de Nochlin se llega a ellas, sino indirectamente por la referencia a las sesiones del seminario.
5. No obstante, naturalmente que algunos de los temas trillados en el texto entroncan que lo venimos hablando en el curso, en particular con las tesis de Bauman. Me refiero a las nociones de ‘fragmentación’, ‘efímeridad’ o ‘contigencia’, introducidas luego en la primera página por Valeria, en un movimiento dialéctico que culmina, en la página 2, con la presentación de los conceptos de «“floating existences” [existencia flotante] y gaseocidad, como símbolos distintivos de la calidad de la vida moderna». Nos encontramos pues con los conceptos de fluidez, existencia dinámica e identidad mutable que antes hemos visto con Bauman. Simplemente comentaría que con una nomenclatura que no me parece tan feliz. En efecto, creo que el término ‘líquido’ es más oportuno e ilustrativo que decir ‘lo gaseoso’...
6. Así, pues, se repiten ideas que antes ya trabajamos: la pérdida del centro, o descentramiento, la disolución y la desintegración de la realidad y sus perspectivas, los tiempos de crisis y cambios de valores e ideales - los cuales, como también ya observamos, pueden ser vistos con la mirada nostálgica de algo irremediablemente destrozado y irrecuperable, o con el entusiasmo propio de quien vive y acepta intensamente su presente y aprecia el ‘fragmento’ no como «la pérdida del todo» (p.1) sino como una nueva medida de la unidad.
7. Poco se añade, por lo tanto, con mucho relieve, al debate, sino tal vez el punto de vista de algún encuadramiento histórico, pues al final parece que son inquietudes que ya despuntaban hace más de un siglo, al menos entre los sectores avanzados del arte (Baudelaire) y de la política (Marx). O sea, que todo tiene una arqueología, un pasado, un desarrollo, y quizás nuestro tiempo no sea en fin tan distinto y tan singular.
Pero Valeria no profundiza esta vertiente, estas aperturas. Respecto a la evolución de la modernidad hasta nuestro tiempo, su apreciación es muy sinóptica: «El destino del tema del cuerpo en fragmentos en el siglo XX ocupa un espacio central y polivalente del arte en nuestro tiempo. En el postmodernismo lo entendemos de forma diferente y más transgresiva.» Es obviamente un filón que merecía otra suerte, más explanación. No queda claro como se hace esa transición, como somos herederos de la modernidad y de sus posicionamientos críticos, y en que medida es lo ‘posmoderno’ más subversivo y en que consiste su ‘diferencia’.
8. La otra pista, de veras sugerente, es la dejada por Bataille: «art “is born of a wound that does not heal” [el arte nace de una herida que no cicatriza nunca].» Esto nos hace pensar entonces en una de esas posibilidades de desarrollo que antes nos pareció entrever. El arte como un ‘desasosiego’ (Fernando Pessoa otra vez), una inquietación permanente, una angustia crítica, una turbación visceral y empujadora, una ansia incoercible y de fuente incontrolable. Puede haber sido la revelación del arte en estos términos la gran aportación de una modernidad que a partir de ella se pasó a cuestionarse a sí misma de forma contundente pero también creativa.
Este proceso de crítica y liberación empezó con el atrevimiento y la energía de los artistas (quizás no sólo por ellos, pero seguramente con ellos), hasta llegar a un punto de expansión más generalizada a otros tejidos de la sociedad.
Reconoceríamos, pues, bajo esta intuición, un papel de cambio social y cultural al arte, a través de su dolor, eso es decir, de las inquietudes vitales que suscita y provoca. Que estas ansiedades tornadas fuerzas detengan la capacidad de impulsionar toda la sociedad hacía la mudanza, puede también significar, dejamos la sospecha, que se operó una contaminación estética de la civilización, que el arte ya nos es cosa de pintores y músicos, sino que cada cual puede ser poeta y actor de sí mismo, cada individuo obra abierta en continuo proceso heurístico y búsqueda artística de sí mismo.
Y aquí estaría también la clave para la pregunta que formulamos en el punto anterior: esta contaminación estética sería la herencia de la modernidad, y, a la vez, el moto que permite más radicalidad e intempestividad a la identidad posmoderna.
Alexandre Nunes de Oliveira
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