Comentari Butler i Lacan
Alexandre Nunes de Oliveira per a asignatura L’Identitat Contemporania
Guió / Comentaris als textes de Fernanda Álvarez i Francesc Conesa
(sessió 31/01/05)
1. Hoy probaré redactar mis comentarios a los textos con antelación a la clase, lo cual supondrá seguramente resultados hermenéuticos diferentes. Empiezo por el texto de Fernanda sobre Judith Butler, cuyo tema central es la reclamación – y la posibilidad – de una identidad femenina, bajo el ángulo del feminismo.
Es un tema que naturalmente tiene su importancia histórica y cultural, porque, como todos muy bien sabemos, la cultura occidental, sobretodo con la dominación religiosa asociada al triunfo del cristianismo, siempre buscó alejar las mujeres de la res publica, y, al final, de la custodia de sus propias vidas y libertades privadas. Es algo que todavía pasará de forma abrupta en otros ambientes culturales (por ejemplo, aunque no sólo, en muchos países islámicos) y de que aún subsisten focos problemáticos en el dicho ‘primer mundo’ (la cuestión de la violencia doméstica, en España, está ahí presente cada día para desasosiego de los cámaras de televisión).
Sin embargo, la situación de la mujer en Occidente, por los avanzos exponenciales logrados durante el último siglo y medio, se acerca claramente hoy a la experiencia de la ‘paridad’ reclamada, siendo que, a mi ver, y admitiendo que todavía no es integral, se trata de un camino irreversible.
De hecho, a propósito de las elecciones legislativas que en Febrero se realizarán en Portugal, circuló por internet una reproducción del texto de las convocatorias a los comicios del régimen republicano de los años veinte, donde resaltaba evidente la discriminación en el derecho de sufragio, basada en el status económico y social, en el grado de instrucción y también en el sexo del (o de la) votante. Hoy en día, eso es una situación que no se verifica, y, en concreto, las constituciones democráticas actuales emiten la igualdad como una de sus máximas cláusulas.
Viene esto a propósito de lo que escribe Fernanda sobre Butler, ya en el segundo párrafo su texto: «Ella establece que los parámetros o bases en los cuales se finca la identidad femenina radican en una mera “representación política” (p.34), lo cual implicaría el problema de que al considerarse “el sujeto femenino” desde una visión política, su representación sería dictada desde esos mismos términos, reduciéndolo a un sujeto jurídico;»
Este contexto jurídico me parece (también) evidente para pensar la cuestión. Pero creo posible ir más allá de la comprensión del ‘político’ como ‘jurídico’. El ámbito de lo político no se cierra en diplomas y estatutos legales, o en el poder, transparente o sombrío, de sus instituciones. Creo que esta ‘representación política’ se debe entender aquí en un sentido requeridamente más amplio, convocando las acepciones de ciudadanía, de responsabilidad, de alcance social, de ideología dominante en un dado marco civilizacional. Así creo que se puede comprender la perspectiva de la identidad femenina como representación política, o sea, social, cultural y historicamente determinada – aunque social, cultural y históricamente movible, o sea, cambiante, como en general cualquier identidad – y no sólo desde una perspectiva de definición jurídica. Y esta sería mi primera aportación.
2. Se sigue que, y aún en la primera página del texto de Fernanda, que «Esta marca política, a su juicio, debe ser analizada cautelosamente por las teorías feministas, ya que, en realidad, la emancipación que se busca como “identidad femenina” no es viable a través de este lenguaje, pues en el fondo subsuma y restringe en un comportamiento y en esas estructuras lo que se pretende como reconocimiento “femenino”, ya que lo único que se consigue es la noción de que el término “…mujeres denota una identidad común.” (p.35).»
A este propósito, comentaría, y retomando lo que decía antes, que me parece que actualmente la condición de la mujer en la sociedad es de que sus derechos están largamente garantizados. El feminismo ha tenido su papel social y político, y podrá todavía tenerlo si se siente que las situaciones de exclusión, violencia y represión todavía marcan el cotidiano que vivimos.
Sin embargo, me parece – y es una convicción que porto conmigo desde hace años a esta parte, después que yo mismo, que no soy mujer, haya pasado por una fase ‘feminista’ ardiente en mi juventud – que si es ‘emancipación’ lo que está en causa que esta no se va a alcanzar por la vía de la exaltación de una ‘identidad femenina’. En efecto, para mí, la emancipación no pasa tanto por el género, sino por el individuo. De alguna manera, podemos encontrar el germen de esta postura (o proyectarla) en este fragmento del texto atrás citado: “la emancipación (...) no es viable a través de este lenguaje”. Tout court.
Confío en que la libertad no tiene que ver con el par masculino/femenino, no tiene nada que ver o prestar a hombres o mujeres. Las libertades propias de lo que se puede hacer por ser hombre o mujer son cosas a mi instancia tan diminutas que no componen ningún espacio fundamental de lo que el término ‘libertad’ acarrea en dignidad y elevación, en tarea e incumbencia. La libertad es para personas y individuos, capaces de pensarse a sí mismos, a la vez, en la universalidad de entes humanos y en la singularidad única de cada cual. Así, el género es inconsecuente para el ejercicio y el disfrute de la libertad. Diré que incluso que no es más sino otra alienación, otro espacio de heteronomía.
3. Pero evidentemente, existe toda la libertad para que una (o uno) se declare o sostenga libremente como mujer, o sea, que busque en si mism@ esa satisfacción de que su afirmación pase por la asunción de algo como una identidad femenina. Como nota Fernanda, en el final de la página 3: «al ser nuevamente una construcción político-social, entonces se deduce que los términos “hombre”/”mujer” como sustantivos, pierden lugar y se vuelven ficción. Para Butler, el sujeto nunca es femenino o masculino; es en este estado de flujo donde la identidad, en un ámbito social se constituye. Género, entonces, es un performance, y lo que las feministas deben comprender son las condiciones de este performance, y los caminos en los cuales es controlado. [§] Al realizar este análisis circular, Butler concluye que el género, finalmente, “constituye la identidad que se supone que es” (p. 58), por lo que el género se convierte en un devenir, un hacerse»
Considerando lo que dije antes, naturalmente, me siento cercano a estas posiciones. El individuo/persona no es necesariamente y de forma determinista femenino o masculino, pero puede serlo, si así pretende. O sea, estamos pasando gradualmente a un paradigma en que la identidad según el género (masculino/femenino) ya no es tanto una construcción (o constricción) colectiva y estática (una máscara, un papel social) asignada al elemento natural (el sexo genital), sino una opción individual, a la cual se puede adherir libremente, la cual se puede encetar activamente. Hablamos pues, de la construcción vívida y personal de la identidad, ya no sometida a los cánones (y mucho menos a esencias) preestablecidos, sino orientada hacia nuevas aperturas de nuevos posibles - desde que en un ámbito social donde estas categorías tengan un mínimo de significado y funcionamiento que, claro está, se pueden asumir como más estacionarias o más dinámicas.
4. Esto deja claro, también, que «para poder hacerlo, es necesario contemplar la diferencia existente entre “género” y “sexo”, donde el primero se construye culturalmente y el segundo, se entiende como cuerpo sexuado. Sin embargo, esta distinción en principio clara, se va mimetizando, pues al establecer que el género se construye, el sexo queda en el ámbito de esa misma construcción al pensar que “no es evidente que la construcción de ‘hombres’ dará como resultado exclusivamente cuerpos masculinos, o que las ‘mujeres’ interpreten sólo cuerpos femeninos” (p.39).» Esto significa que el campo de la libertad se ha abierto tanto que podemos asumir los roles sociales que queremos, que hombres pueden ser mujeres y mujeres pueden ser hombres, algo que hoy sólo gente muy conformista o retrógrada mirará como disfunciones o anormalidades.
«Y es ahora donde la afirmación de Beauvoir toma significación absoluta, pues “uno no es mujer; uno se hace” es el quid de la identidad femenina» Indica Fernanda en el final de su artículo. Muy de acuerdo, hay que hacerse mujer para serlo, porque sólo un sexo genital no dona ninguna garantía de identidad – la identidad es algo que, necesariamente, se aprehende o se instaura, pero como proceso y no cosa dada. Y es más: al final, la fórmula es válida para cualquier identidad. Todas presuponen esa dinámica activa y actuante, disponible y alentadora. Todas suponen la performance del hacerse.
5. Veo por el horario que me indica mi ordenador que los comentarios al texto del Francesc no los podré terminar hoy. Continuaremos pues con dinámicas metodológicas interesantes, a ver como la clase afecta la conducción de los temas y de su tratamiento.
6. Y la verdad es que sí, que naturalmente mi percepción sobre Lacan cambió bastante con la prestación en directo del Francesc. Al menos, se puede decir que se ha vuelto más musical.
Bromas a parte, y derivando únicamente del confronto entre texto y presentación, retomo las dos cuestiones/provocaciones que le lanzé en clase, y a las cuales las respuestas no han sido conclusivas (alguna vez acaso lo son?).
7. Primero, porque de su texto sobre Lacan, sobretodo a cuanto se llega, coherentemente, a la página 6, en particular de las aforísticas citas del propio psicoanalista, entre ellas, entre tantas: «Le sujet ne sait pas ce qu’il dit, parce qu’il ne sait pas ce qu’il est.» De aquí me adviene la idea de una consecuencia irreversible sobre la condición humana (condición del individuo, de lo que respecta a la individualidad humana), y eso es que estamos condenados a la alineación, porque se verifica una imposibilidad de acceder concientemente a una verdadera identidad. O sea, como entes humanos, no podemos escapar a la más radical ignorancia de nosotros mismos.
Podemos, sin embargo, presumir que pudieron o pueden existir experiencias (la experiencia estética, la mística, la sexual, etc...) con el impacto o la capacidad de suspender, al menos temporalmente, esa inmensa tragedia que es el desconocimiento de nosotros mismos, ese abismo de intransponible oscuridad que nos voltea y nos es.
El cine nos ha regalado momentos muy dignos en esa búsqueda de liberación – me parece ser el tema central de la cinematografía de Stanley Kubrick, pero otros como Bergman, Tarkovski, Sokurov, Angelopoulos, también han trillado por ahí. Sin embargo, la música, con lo que tiene de invisible, de inmaterial, de sensible y inteligible, me parece la más dotada para ese ejercicio de redención, de acercamiento a lo más real de uno mismo. Nada de nuevo, ya lo pensaron Schopenhauer y lo dirigía Wagner, como tantos otros. La música salva.
8. La segunda invectiva tomaba el sentido de preguntar por la simpatía, que debemos o no tener, la predilección, la inclinación, hacía esos dos personajes en que entonces se parece dividir la humanidad según la problemática lacaniana: el gran grupo, los perturbados, los alienados, que seremos todos. Pero dentro de todos estos emerge una escuela, un escol, obviamente de número reducido, que son los que pueden llegar a lo conocimiento esencial – y esencialmente perdido – del sujeto, en particular, que tienen la habilidad de penetrar en los confines umbrosos de la intersticialidad cavernosa del otro. Esta raza especial (espacial?) son los PSICOANALISTAS, especie de sacerdotes xamánicos, superhéroes al servicio de los disparates de la modernidad, que acceden y entran en las profundidades oceánicas del ego (de los demás) tan sólo a través del poder... de la palabra!
No sé, me invade la perplejidad, como podemos dejar de lado la fascinación, incluso la envidia y la insidia, hacía estos seres esotéricos y parpadeantes, los intérpretes del gran desconocido, los atletas de la ultra-hermenéutica del lenguaje. Como mínimo, es estupendo.
Aún si, Francesc me contestó (y yo ya lo sabía, por la última linea de su texto: «el boig com el nostre gran estrany, com el nostre altre absolut, metabolitzat o desterrat … I la pregunta és: quin és el lloc de la bogeria en la identitat contemporània?») que prefiere el paciente, o el loco, o sea: la normalidad, porque es que irremediablemente somos así, trozos de pólvora tirados al cosmos.
9. Por lo demás, sólo un balance general del texto del Francesc, que está bastante bien, sale en búsqueda de la descifración de los conceptos principales, y mola la forma informal como escribe, aunque a veces le falta quizá un poco más de sentido sistemático. Pero, claro, cuando uno se debate con la revelación del enigma de su propia y débil existencia, y pasa a saber que al final es alocado y intangible a sí mismo, nada más normal y aceptable que se distraiga un poco.
Guió / Comentaris als textes de Fernanda Álvarez i Francesc Conesa
(sessió 31/01/05)
1. Hoy probaré redactar mis comentarios a los textos con antelación a la clase, lo cual supondrá seguramente resultados hermenéuticos diferentes. Empiezo por el texto de Fernanda sobre Judith Butler, cuyo tema central es la reclamación – y la posibilidad – de una identidad femenina, bajo el ángulo del feminismo.
Es un tema que naturalmente tiene su importancia histórica y cultural, porque, como todos muy bien sabemos, la cultura occidental, sobretodo con la dominación religiosa asociada al triunfo del cristianismo, siempre buscó alejar las mujeres de la res publica, y, al final, de la custodia de sus propias vidas y libertades privadas. Es algo que todavía pasará de forma abrupta en otros ambientes culturales (por ejemplo, aunque no sólo, en muchos países islámicos) y de que aún subsisten focos problemáticos en el dicho ‘primer mundo’ (la cuestión de la violencia doméstica, en España, está ahí presente cada día para desasosiego de los cámaras de televisión).
Sin embargo, la situación de la mujer en Occidente, por los avanzos exponenciales logrados durante el último siglo y medio, se acerca claramente hoy a la experiencia de la ‘paridad’ reclamada, siendo que, a mi ver, y admitiendo que todavía no es integral, se trata de un camino irreversible.
De hecho, a propósito de las elecciones legislativas que en Febrero se realizarán en Portugal, circuló por internet una reproducción del texto de las convocatorias a los comicios del régimen republicano de los años veinte, donde resaltaba evidente la discriminación en el derecho de sufragio, basada en el status económico y social, en el grado de instrucción y también en el sexo del (o de la) votante. Hoy en día, eso es una situación que no se verifica, y, en concreto, las constituciones democráticas actuales emiten la igualdad como una de sus máximas cláusulas.
Viene esto a propósito de lo que escribe Fernanda sobre Butler, ya en el segundo párrafo su texto: «Ella establece que los parámetros o bases en los cuales se finca la identidad femenina radican en una mera “representación política” (p.34), lo cual implicaría el problema de que al considerarse “el sujeto femenino” desde una visión política, su representación sería dictada desde esos mismos términos, reduciéndolo a un sujeto jurídico;»
Este contexto jurídico me parece (también) evidente para pensar la cuestión. Pero creo posible ir más allá de la comprensión del ‘político’ como ‘jurídico’. El ámbito de lo político no se cierra en diplomas y estatutos legales, o en el poder, transparente o sombrío, de sus instituciones. Creo que esta ‘representación política’ se debe entender aquí en un sentido requeridamente más amplio, convocando las acepciones de ciudadanía, de responsabilidad, de alcance social, de ideología dominante en un dado marco civilizacional. Así creo que se puede comprender la perspectiva de la identidad femenina como representación política, o sea, social, cultural y historicamente determinada – aunque social, cultural y históricamente movible, o sea, cambiante, como en general cualquier identidad – y no sólo desde una perspectiva de definición jurídica. Y esta sería mi primera aportación.
2. Se sigue que, y aún en la primera página del texto de Fernanda, que «Esta marca política, a su juicio, debe ser analizada cautelosamente por las teorías feministas, ya que, en realidad, la emancipación que se busca como “identidad femenina” no es viable a través de este lenguaje, pues en el fondo subsuma y restringe en un comportamiento y en esas estructuras lo que se pretende como reconocimiento “femenino”, ya que lo único que se consigue es la noción de que el término “…mujeres denota una identidad común.” (p.35).»
A este propósito, comentaría, y retomando lo que decía antes, que me parece que actualmente la condición de la mujer en la sociedad es de que sus derechos están largamente garantizados. El feminismo ha tenido su papel social y político, y podrá todavía tenerlo si se siente que las situaciones de exclusión, violencia y represión todavía marcan el cotidiano que vivimos.
Sin embargo, me parece – y es una convicción que porto conmigo desde hace años a esta parte, después que yo mismo, que no soy mujer, haya pasado por una fase ‘feminista’ ardiente en mi juventud – que si es ‘emancipación’ lo que está en causa que esta no se va a alcanzar por la vía de la exaltación de una ‘identidad femenina’. En efecto, para mí, la emancipación no pasa tanto por el género, sino por el individuo. De alguna manera, podemos encontrar el germen de esta postura (o proyectarla) en este fragmento del texto atrás citado: “la emancipación (...) no es viable a través de este lenguaje”. Tout court.
Confío en que la libertad no tiene que ver con el par masculino/femenino, no tiene nada que ver o prestar a hombres o mujeres. Las libertades propias de lo que se puede hacer por ser hombre o mujer son cosas a mi instancia tan diminutas que no componen ningún espacio fundamental de lo que el término ‘libertad’ acarrea en dignidad y elevación, en tarea e incumbencia. La libertad es para personas y individuos, capaces de pensarse a sí mismos, a la vez, en la universalidad de entes humanos y en la singularidad única de cada cual. Así, el género es inconsecuente para el ejercicio y el disfrute de la libertad. Diré que incluso que no es más sino otra alienación, otro espacio de heteronomía.
3. Pero evidentemente, existe toda la libertad para que una (o uno) se declare o sostenga libremente como mujer, o sea, que busque en si mism@ esa satisfacción de que su afirmación pase por la asunción de algo como una identidad femenina. Como nota Fernanda, en el final de la página 3: «al ser nuevamente una construcción político-social, entonces se deduce que los términos “hombre”/”mujer” como sustantivos, pierden lugar y se vuelven ficción. Para Butler, el sujeto nunca es femenino o masculino; es en este estado de flujo donde la identidad, en un ámbito social se constituye. Género, entonces, es un performance, y lo que las feministas deben comprender son las condiciones de este performance, y los caminos en los cuales es controlado. [§] Al realizar este análisis circular, Butler concluye que el género, finalmente, “constituye la identidad que se supone que es” (p. 58), por lo que el género se convierte en un devenir, un hacerse»
Considerando lo que dije antes, naturalmente, me siento cercano a estas posiciones. El individuo/persona no es necesariamente y de forma determinista femenino o masculino, pero puede serlo, si así pretende. O sea, estamos pasando gradualmente a un paradigma en que la identidad según el género (masculino/femenino) ya no es tanto una construcción (o constricción) colectiva y estática (una máscara, un papel social) asignada al elemento natural (el sexo genital), sino una opción individual, a la cual se puede adherir libremente, la cual se puede encetar activamente. Hablamos pues, de la construcción vívida y personal de la identidad, ya no sometida a los cánones (y mucho menos a esencias) preestablecidos, sino orientada hacia nuevas aperturas de nuevos posibles - desde que en un ámbito social donde estas categorías tengan un mínimo de significado y funcionamiento que, claro está, se pueden asumir como más estacionarias o más dinámicas.
4. Esto deja claro, también, que «para poder hacerlo, es necesario contemplar la diferencia existente entre “género” y “sexo”, donde el primero se construye culturalmente y el segundo, se entiende como cuerpo sexuado. Sin embargo, esta distinción en principio clara, se va mimetizando, pues al establecer que el género se construye, el sexo queda en el ámbito de esa misma construcción al pensar que “no es evidente que la construcción de ‘hombres’ dará como resultado exclusivamente cuerpos masculinos, o que las ‘mujeres’ interpreten sólo cuerpos femeninos” (p.39).» Esto significa que el campo de la libertad se ha abierto tanto que podemos asumir los roles sociales que queremos, que hombres pueden ser mujeres y mujeres pueden ser hombres, algo que hoy sólo gente muy conformista o retrógrada mirará como disfunciones o anormalidades.
«Y es ahora donde la afirmación de Beauvoir toma significación absoluta, pues “uno no es mujer; uno se hace” es el quid de la identidad femenina» Indica Fernanda en el final de su artículo. Muy de acuerdo, hay que hacerse mujer para serlo, porque sólo un sexo genital no dona ninguna garantía de identidad – la identidad es algo que, necesariamente, se aprehende o se instaura, pero como proceso y no cosa dada. Y es más: al final, la fórmula es válida para cualquier identidad. Todas presuponen esa dinámica activa y actuante, disponible y alentadora. Todas suponen la performance del hacerse.
5. Veo por el horario que me indica mi ordenador que los comentarios al texto del Francesc no los podré terminar hoy. Continuaremos pues con dinámicas metodológicas interesantes, a ver como la clase afecta la conducción de los temas y de su tratamiento.
6. Y la verdad es que sí, que naturalmente mi percepción sobre Lacan cambió bastante con la prestación en directo del Francesc. Al menos, se puede decir que se ha vuelto más musical.
Bromas a parte, y derivando únicamente del confronto entre texto y presentación, retomo las dos cuestiones/provocaciones que le lanzé en clase, y a las cuales las respuestas no han sido conclusivas (alguna vez acaso lo son?).
7. Primero, porque de su texto sobre Lacan, sobretodo a cuanto se llega, coherentemente, a la página 6, en particular de las aforísticas citas del propio psicoanalista, entre ellas, entre tantas: «Le sujet ne sait pas ce qu’il dit, parce qu’il ne sait pas ce qu’il est.» De aquí me adviene la idea de una consecuencia irreversible sobre la condición humana (condición del individuo, de lo que respecta a la individualidad humana), y eso es que estamos condenados a la alineación, porque se verifica una imposibilidad de acceder concientemente a una verdadera identidad. O sea, como entes humanos, no podemos escapar a la más radical ignorancia de nosotros mismos.
Podemos, sin embargo, presumir que pudieron o pueden existir experiencias (la experiencia estética, la mística, la sexual, etc...) con el impacto o la capacidad de suspender, al menos temporalmente, esa inmensa tragedia que es el desconocimiento de nosotros mismos, ese abismo de intransponible oscuridad que nos voltea y nos es.
El cine nos ha regalado momentos muy dignos en esa búsqueda de liberación – me parece ser el tema central de la cinematografía de Stanley Kubrick, pero otros como Bergman, Tarkovski, Sokurov, Angelopoulos, también han trillado por ahí. Sin embargo, la música, con lo que tiene de invisible, de inmaterial, de sensible y inteligible, me parece la más dotada para ese ejercicio de redención, de acercamiento a lo más real de uno mismo. Nada de nuevo, ya lo pensaron Schopenhauer y lo dirigía Wagner, como tantos otros. La música salva.
8. La segunda invectiva tomaba el sentido de preguntar por la simpatía, que debemos o no tener, la predilección, la inclinación, hacía esos dos personajes en que entonces se parece dividir la humanidad según la problemática lacaniana: el gran grupo, los perturbados, los alienados, que seremos todos. Pero dentro de todos estos emerge una escuela, un escol, obviamente de número reducido, que son los que pueden llegar a lo conocimiento esencial – y esencialmente perdido – del sujeto, en particular, que tienen la habilidad de penetrar en los confines umbrosos de la intersticialidad cavernosa del otro. Esta raza especial (espacial?) son los PSICOANALISTAS, especie de sacerdotes xamánicos, superhéroes al servicio de los disparates de la modernidad, que acceden y entran en las profundidades oceánicas del ego (de los demás) tan sólo a través del poder... de la palabra!
No sé, me invade la perplejidad, como podemos dejar de lado la fascinación, incluso la envidia y la insidia, hacía estos seres esotéricos y parpadeantes, los intérpretes del gran desconocido, los atletas de la ultra-hermenéutica del lenguaje. Como mínimo, es estupendo.
Aún si, Francesc me contestó (y yo ya lo sabía, por la última linea de su texto: «el boig com el nostre gran estrany, com el nostre altre absolut, metabolitzat o desterrat … I la pregunta és: quin és el lloc de la bogeria en la identitat contemporània?») que prefiere el paciente, o el loco, o sea: la normalidad, porque es que irremediablemente somos así, trozos de pólvora tirados al cosmos.
9. Por lo demás, sólo un balance general del texto del Francesc, que está bastante bien, sale en búsqueda de la descifración de los conceptos principales, y mola la forma informal como escribe, aunque a veces le falta quizá un poco más de sentido sistemático. Pero, claro, cuando uno se debate con la revelación del enigma de su propia y débil existencia, y pasa a saber que al final es alocado y intangible a sí mismo, nada más normal y aceptable que se distraiga un poco.
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