Más sobre Krauss y Sherman
Guió/Comentaris a Maricarmen Chirinos (sobre Rosalind Krauss)
Alexandre Nunes de Oliveira (24/02/05)
1.
Maricarmen insiste en la proximidad de las fotos de Cindy Sherman con escenas de películas de antaño. Estaríamos así retomando la idea de un imaginario cinematográfico, como parte visual muy importante «de la cultura popular de masas en la que estamos inmersos— a la que aluden esas fotos, le juegue una mala pasada a nuestra memoria ocasionándonos un recuerdo fantástico de las fotografías. Entonces el observar las imágenes nos revelará como consumidores de mitos.» - señala muy bien la compañera, pag. 1.
Cindy Sherman estaría así, con su obra, invocando recuerdos de una memoria (que también es imaginación) colectiva, de la cual somos a la vez receptores y vehículos. Siempre y en todas partes los humanos hemos vivido de mitos (expuestos muy bien a partir de la concepción estructuralista de Roland Barthes, en la página 2: los mitos como sistemas axiológicos enformadores de la cultura y de la vida social). El cine es uno de los principales mecanismos de difusión actual de los mitos, una nueva mitología que además nos hace ‘consumidores’, o sea, nos da cuenta de que no podemos vivir sin ellos, que los queremos, que los necesitamos y buscamos continuadamente. El cine es, en este aspecto, mucho más que un arte, su extensión como elemento cultural catalizador de mitos y ideologías es, posiblemente, impar en la historia de la humanidad.
2.
Tenemos, o sufrimos, pues, como que una adicción psicológica, moral, ontológica incluso, hacía los mitos. No podemos pasar sin ellos, entonces nos impregnamos de ellos. Los seis o siete euros que pagamos por un billete para ver una película se transforman en el pasaporte para el reencuentro con lo que somos – entes de sueño y ensueño. El cine se convierte en el gran sublimador, redentor, transubstancializador, de esta necesidad absoluta y irrechazable de narrativas y símbolos. Como reflexión sobre la naturaleza de esta relación de dependencia, medio neurótica, medio estelar, entre el ‘sujeto’ (o ‘nosotros’) y las mitologías, la obra de Cindy Sherman asume el estatuto de una antropología: interpreta al ser humano como un animal de significaciones, que produce (pero más exactamente: necesita) sentidos. Y el cinema, como sabemos, es una máquina de ilusiones. Bien rescatada está así también la citación de Verena Lueken: «La obra de Sherman desmitifica porque coloca al espectador ante la evidencia de lo absurdo que resulta creer que lo que vemos es la realidad: identificamos en sus representaciones formas de percibir un mundo, una identidad que se revelan estereotípicas, recreadas, mitificadas.» (citada en p.2)
3.
De ésta manera, es casi imposible no llegar a la conclusión a que aporta Maricarmen: «Al plantear las imágenes de Sherman como desmitificadoras por el trabajo que hacen con los significantes, Rosalind Krauss les otorga esa capacidad de cuestionar la lógica del mundo, la realidad.» (p.3). Una vez más, reconocemos a la actividad o práctica artística el carácter de cuestionamiento sobre la sociedad, el poder, las relaciones y modelos vigentes. El arte actúa en señal de denuncia, de provocación, de crítica, de replanteamiento de los valores y de lo instituido. Además, no es sólo un instrumento con el cual se mira y interroga la realidad y a través del cual se hacen propuestas y invectivas de cambio: el arte es algo muy cercano a la vida, que puede por lo tanto ser incorporado en la propia existencia, en un cuestionar cotidiano, recurrente, constante, activo, estético y creativo. Y eso es algo que nos permitimos entreabrir (la esperanza, el anhelo... – y más una vez recordando Aristóteles, o sea, La Poética) a partir del último párrafo que escribe Maricarmen: «Krauss no lo dice, pero podemos intuir que ve en los elementos formales de la obra de Sherman un modo de representación que va más allá de la lógica a la que estamos acostumbrados pues la cuestiona, suscitando algo entre los espectadores. Y que es en esa suspensión de la realidad donde podría encontrarse la clave para una representación de aquello que la excede.» (p.4).
Alexandre Nunes de Oliveira (24/02/05)
1.
Maricarmen insiste en la proximidad de las fotos de Cindy Sherman con escenas de películas de antaño. Estaríamos así retomando la idea de un imaginario cinematográfico, como parte visual muy importante «de la cultura popular de masas en la que estamos inmersos— a la que aluden esas fotos, le juegue una mala pasada a nuestra memoria ocasionándonos un recuerdo fantástico de las fotografías. Entonces el observar las imágenes nos revelará como consumidores de mitos.» - señala muy bien la compañera, pag. 1.
Cindy Sherman estaría así, con su obra, invocando recuerdos de una memoria (que también es imaginación) colectiva, de la cual somos a la vez receptores y vehículos. Siempre y en todas partes los humanos hemos vivido de mitos (expuestos muy bien a partir de la concepción estructuralista de Roland Barthes, en la página 2: los mitos como sistemas axiológicos enformadores de la cultura y de la vida social). El cine es uno de los principales mecanismos de difusión actual de los mitos, una nueva mitología que además nos hace ‘consumidores’, o sea, nos da cuenta de que no podemos vivir sin ellos, que los queremos, que los necesitamos y buscamos continuadamente. El cine es, en este aspecto, mucho más que un arte, su extensión como elemento cultural catalizador de mitos y ideologías es, posiblemente, impar en la historia de la humanidad.
2.
Tenemos, o sufrimos, pues, como que una adicción psicológica, moral, ontológica incluso, hacía los mitos. No podemos pasar sin ellos, entonces nos impregnamos de ellos. Los seis o siete euros que pagamos por un billete para ver una película se transforman en el pasaporte para el reencuentro con lo que somos – entes de sueño y ensueño. El cine se convierte en el gran sublimador, redentor, transubstancializador, de esta necesidad absoluta y irrechazable de narrativas y símbolos. Como reflexión sobre la naturaleza de esta relación de dependencia, medio neurótica, medio estelar, entre el ‘sujeto’ (o ‘nosotros’) y las mitologías, la obra de Cindy Sherman asume el estatuto de una antropología: interpreta al ser humano como un animal de significaciones, que produce (pero más exactamente: necesita) sentidos. Y el cinema, como sabemos, es una máquina de ilusiones. Bien rescatada está así también la citación de Verena Lueken: «La obra de Sherman desmitifica porque coloca al espectador ante la evidencia de lo absurdo que resulta creer que lo que vemos es la realidad: identificamos en sus representaciones formas de percibir un mundo, una identidad que se revelan estereotípicas, recreadas, mitificadas.» (citada en p.2)
3.
De ésta manera, es casi imposible no llegar a la conclusión a que aporta Maricarmen: «Al plantear las imágenes de Sherman como desmitificadoras por el trabajo que hacen con los significantes, Rosalind Krauss les otorga esa capacidad de cuestionar la lógica del mundo, la realidad.» (p.3). Una vez más, reconocemos a la actividad o práctica artística el carácter de cuestionamiento sobre la sociedad, el poder, las relaciones y modelos vigentes. El arte actúa en señal de denuncia, de provocación, de crítica, de replanteamiento de los valores y de lo instituido. Además, no es sólo un instrumento con el cual se mira y interroga la realidad y a través del cual se hacen propuestas y invectivas de cambio: el arte es algo muy cercano a la vida, que puede por lo tanto ser incorporado en la propia existencia, en un cuestionar cotidiano, recurrente, constante, activo, estético y creativo. Y eso es algo que nos permitimos entreabrir (la esperanza, el anhelo... – y más una vez recordando Aristóteles, o sea, La Poética) a partir del último párrafo que escribe Maricarmen: «Krauss no lo dice, pero podemos intuir que ve en los elementos formales de la obra de Sherman un modo de representación que va más allá de la lógica a la que estamos acostumbrados pues la cuestiona, suscitando algo entre los espectadores. Y que es en esa suspensión de la realidad donde podría encontrarse la clave para una representación de aquello que la excede.» (p.4).
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