La postmodernidad y/en Europa (versión revisada)
PRESENTACIÓN
UNIVERSITAT AUTÒNOMA DE BARCELONA
(VERSIÓN REVISADA, CORREGIDA Y AUMENTADA en Julio 2006)
1. Contexto
El tema que concentra mis atenciones en el Doctorado, y que en principio es lo que trataré en la tesis, es la relación entre Posmodernidad y la categoría estética de lo Sublime, a partir sobretodo de Jean-François Lyotard. Hoy, sin embargo no voy a hablar de este tema. Actualmente estoy trabajando para la tesina y, por una parte quería trabajar algo que tuviera que ver con el tema principal de la tesis, pero al mismo tiempo que tuviera alguna autonomía al respecto, que fuera un tema por si mismo, válido y merecedor laborar de forma independiente.
En ese sentido, me confronté con los tres autores principales de mi investigación, que son Lyotard, como ya os comenté, el italiano Gianni Vattimo, profesor en Turín, y Zygmunt Bauman, que es polaco pero vive en Gran Bretaña, siendo profesor jubilado sociología de la Universidad de Leeds. Además hay algunos autores portugueses y españoles, contemporáneos, que igualmente me interesan. En fin, desde hace unos años que llevo esta preocupación por abordar problemas actuales y por lo tanto decidí trabajar sobretodo autores vivos. Lyotard ya ha muerto (en el 1998), pero fue hace pocos años, así que no supone un problema integrarlo en la investigación. Decía empero que hay otros autores portugueses y españoles, como José Gil, Boaventura Sousa Santos, Rafael Argullol o Eduardo Subirats, estos últimos catalanes los dos, pero que son más periféricos en la órbita de mi pesquisa. Así, repito, los tres autores centrales serían aquellos: Lyotard, Vattimo y Bauman, porque son tres reconocidos autores vinculados a las temáticas de la Posmodernidad.
Entonces pensé que otro tema podría sondear a partir de sus doctrinas e ideas, y noté que, para empezar, todos los autores son europeos, y por lo tanto, estaría bien desarrollar, para la tesina, un estudio sobre el estado o la situación del debate en torno a la posmodernidad, concretamente en Europa. Hoy en día parece que es un tema que empieza a dar señales de agotamiento intelectual, sobretodo en los círculos académicos, pero por otra parte hay aún autores que se reportan a ello, y por lo tanto, pensé en que diagnóstico se podría hacer de este estado del debate.
Así que mi primera opción sería trabajar «La Posmodernidad en Europa», centrándome en la herencia de Lyotard, y manejando sobretodo la polémica entre Vattimo y Bauman, que tienen posiciones algo distintas sobre el tema. Sin embargo, justo cuando me adelantaba para empezar a trabajar en esta línea, supe que prácticamente al mismo tiempo, con pocos meses de diferencia, los dos – Vattimo y Bauman – han publicado cada uno un libro sobre Europa, en que Europa constituye el tema y el motor principal de reflexión. Efectivamente, Vattimo publicó en septiembre del 2004, Il Socialismo ossia l’Europa, (en castellano, El Socialismo, o sea, Europa). Luego, en diciembre también del 2004, o sea, cuatro meses después, Bauman publica también un libro sobre Europa, que intituló Europe, an Unfinished Adventure, un título auspicioso, Europa, una Aventura Inacabada.
Por este motivo, fui llevado a pensar que si dos de los autores que estoy trabajando sobre la Posmodernidad en Europa acaban de publicar obras sobre Europa, precisamente, esto se presenta muy significativo, y a lo mejor también implica un cambio de mirada, quiero decir, que ya no importa cuestionar sólo el estado del debate sobre la Postmodernidad en Europa, sino más bien relacionar Postmodernidad con Europa, asumiendo «Europa» el carácter o el estatuto de una categoría filosófica, ella misma, y no sólo entendida como un espacio geográfico o una entidad política. Y de ahí viene la segunda posibilidad del título de trabajo: Posmodernidad y Europa.
2. Panorama: Posmodernidad y/en Europa
La relevancia de investigar la visión europea sobre la Posmodernidad se prende con varias órdenes de motivos. Pero, el primero sería que el debate sobre la Condición Posmoderna, al menos en el ámbito de la filosofía y de las ciencias sociales y humanas tiene un origen europeo: ha sido introducido, en este plano teorético por Lyotard, en 1979. Aunque el término ya existiera en los círculos de la arquitectura y de las artes, entra en las academias de letras y en los libros de filosofía por la mano de Lyotard, filósofo francés.
Obviamente, la controversia sobre la posmodernidad se expandió, y muy rápidamente, a la escala mundial, sobretodo al continente americano, pero este origen innegablemente europeo de la cuestión nos da aviso y relieve para indagar sobre una eventual especificidad del pensamiento posmoderno europeo y ver, casi treinta años después de su aparición primera, pues cual es el estado de la cuestión en Europa, incluso para ver si se enfrenta a un posible escenario de estagnación o desaparición.
Hay que ver desde luego que tipo de relación conserva un pensamiento que se asume o pretende posmoderno, o posmodernista, respecto a lo que se puede considerar la Modernidad. Porque en principio el «post» (de posmodernidad) quiere decir un después, o sea, pretende ser una superación, una negación, un sobrepasar de la Modernidad. Pero la Modernidad, la idea de Modernidad, también ha sido una invención europea, por lo tanto, está claro que hablar de Modernidad puede acarrear o implicar una cierta visión de lo que es Europa.
Por lo tanto, si la posmodernidad es un intento de rechazar la modernidad, de ir en contra de la modernidad, de sobrepasarla, esto también querer decir que están en juego dos visiones distintas, posiblemente antagónicas de lo que es ser Europa, de lo que significa ser europeo. Porque la modernidad era un anhelo, una aspiración, un designio, remarcablemente de europeos. Que tenemos ahora, ¿que ese proyecto fracasó? ¿Que ya no tiene sentido? Y la posmodernidad que es: ¿un escenario histórico, un contexto civilizacional, sólo un movimiento crítico o sencillamente un conjunto de ideas innovadoras, provocativas, reivindicativas... iconoclastas?
De acuerdo con el mismo Lyotard, ese proceso de cuestionamiento o falencia de la Modernidad, empieza después de la segunda guerra mundial, con la verificación del fracaso de las ideologías y de las metanarrativas, que en vez de conducir a la liberación del ser humano, al final han conducido a la más grande de todas las desgracias: la devastación auto-infligida de Europa. Esto significa que en los años siguientes, los sectores sociales del continente, sus fuerzas vivas, se han visto obligados a repensarse en sus valores, en su identidad, en la existencia o no de un proyecto cabal y capaz para sus voluntades y esperanzas. Y así adviene el pensamiento crítico respecto a lo moderno. Claro que sólo mucho más tarde este tipo de pensamiento se viene a llamar posmoderno, pero habría también, históricamente, una relación intestina, orgánica, crucial, entre Europa, una Europa en resaca de su propio proceso de autodestrucción, y el surgimiento de la corriente (o de las corrientes) posmodernas.
Antes os estaba hablando de autores vivos, y la verdad es que a mi también me motiva bastante personalmente, acercarme a los dilemas de nuestro tiempo, a los enfrentamientos, a las disputas, a los problemas inherentes a la realidad que es la mía, la actualidad que me rodea y me interpenetra. Me parece que esa es una tarea fundamental de la filosofía, situarse en su tiempo y desde su tiempo pensar la realidad que le sirve de entorno, a partir de un horizonte hermenéutico y crítico. Y bueno, el entorno es
espacio-temporal, por lo tanto es el tiempo presente, pero también el espacio que habitamos, porque es en el que vivimos y somos, al final.
O sea, el espacio que habitamos y donde somos es Europa, y por lo tanto tiene toda la cabida interrogarse sobre lo que es eso hoy: ¿un gran territorio transnacional por cuyas fronteras pueden circular, de forma más o menos libre, las personas y ... las mercancías? ¿Las personas entendidas sólo como trabajadores o las personas como ciudadanos de hecho? Y a esto podemos añadir: ¿las ideas, las modas, estilos de vida, tendencias culturales, también circulan más o menos libremente?
Lo que podemos ver es que hay una democratización del acceso a los medios de transporte (hoy es mucho más barato viajar, nuestra generación puede desplazarse por Europa con una facilidad que la generación de nuestros padres no ha tenido), las actuales tecnologías permiten la instantaneidad y la continuidad comunicativa de forma que hace unas décadas era impensable, los programas de intercambio escolar y prelaboral hacen parte de la política oficial de las instituciones europeas. Recuerdo que Vattimo ha sido responsable por los programas Sócrates y Leonardo y los impulsó muchísimo, para os dar un ejemplo que me es grato.
Esto son factores que a mi ver motivan las generaciones de los diferentes países a interaccionar cada vez más, a conocerse mejor, a hablar otros idiomas, a buscar puntos de identificación en la variedad. Hoy, por ejemplo, hay festivales por toda Europa donde se exhiben cortos metrajes de varios creadores europeos, los DJs tienen sus circuitos continentales, hay exposiciones con obras de jóvenes artistas también de diversos países, en fin, la cultura urbana juvenil está muy activa en Europa, tiene su visibilidad, su movilidad, su vitalidad, su impacto cultural. Y esto tiene obviamente sus resonancias a la hora de conocer diferencias y similitudes y de eventualmente pueden generar una nueva conciencia o identidad supranacional de pertenecer a algo común, y que puede incluso ser desafiante y estimulante, creativo y novedoso.
Por lo tanto, hay una cultura urbana más fuerte, más vívida, abierta, creativa, mezclada e integradora, al nivel racial, étnico, etc, interactiva y transversal, en la cual, más que nunca, participan la juventud, las mujeres, los homosexuales, en fin, las minorías tradicionalmente desclasificadas y repudiadas, reclamando sus derechos y ejerciendo un protagonismo creciente, que da al tejido social un descentramiento y un policromatismo que, a falta de otro término podemos referir de posmoderno - porque de alguna manera la modernidad era representada por el predominio del hombre masculino, blanco, heterosexual, adulto esclarecido, etc. – esto es un prototipo que está en desintegración, como podemos ver, por ejemplo, con el profundo rechazo que tiene actualmente en el Estado Español la violencia doméstica contra las mujeres, un fenómeno que sigue subsistiendo, pero sin el reconocimiento que sea una forma válida para la sociedad contemporánea.
También existe el lado oscuro del proceso, que tiene que ver con la degeneración de la política, patente a través de discursos prohibicionistas y demagógicos. En varios países nacen movimientos que quieren reponer las fronteras, segregar los extranjeros, controlar la inmigración. El terrorismo, es verdad, se infiltra y difunde el miedo y el pánico en las grandes metrópolis, pero los que mandan también utilizan el poder policial y/o militar para defender sus propios intereses particulares. Así como firmaba Lyotard por lo tanto, la transición entre la modernidad y la posmodernidad conlleva en su eje un problema de legitimación.
La Unión Europea, políticamente, busca esa legitimación en referendos a los cuales la gente vota NO - en varios países ocurrió así. Entonces, importa demandar si el proyecto de construir una Europa unida (que no necesariamente única) es una idea que está de acuerdo con el pulsar, y el sentir de las gentes del continente, si está de acuerdo con sus voluntades, o si el rechazo se debe más bien a una profunda desconfianza, en el sentido en que varios estudios apuntan - que esta Europa no corresponde a los ciudadanos, sino más bien a las multinacionales, que la libertad de circulación es de los trabajadores pero no de los ciudadanos que puedan participar en la vida política activa del gran espacio comunitario.
O sea, ¿el momento político de Europa refleja la impreparación de las gentes, o de algunas generaciones, de algunos sectores sociales, para abrazar un programa de estas dimensiones, esta aventura, como la designa Bauman? ¿o será inversamente que pone a claro el descrédito de una clase política poco competente, éticamente dudosa y sin real capacidad ni aptitud para llevar a cabo la grandeza del proyecto? Son cuestiones que obviamente son de respuesta difícil, pero os dejo pensando en ellas. Lo esencial, sin embargo, es hacer pasar la idea que meditar sobre la posmodernidad es igualmente pensar lo que es ser europeo hoy, en tiempos de globalización y resistencia, conflictos y tolerancias, convivencia de discursos y prácticas, coexistencia de valores plurales, mutables y diseminados.
3. Lyotard y el origen de la cuestión posmoderna
En finales de la década de 70 Jean-François Lyotard introdujo el término posmoderno en el campo de la Filosofia y de las ciencias sociales, refiriéndose con él al estado de la cultura, de los saberes y e de las prácticas discursivas y cognitivas. El filósofo francés pretendía caracterizar con esta categorización las transformaciones que han afectado las reglas y la estructura de la ciencia, de las artes y de la propia sociedad marcadamente después de la II Guerra Mundial.
En realidad, la ola de destrucción que implicó, sobretodo en Europa, el más sendo conflicto militar de la Historia de la Humanidad, ha conducido a un grave descrédito de los relatos y de las grandes ideologías que, al menos en alguna medida, habían impulsado confrontaciones políticas y han llevado a la misma Guerra.
Las grandes ideologías y narrativas han sido arquetipos y paradigmas de la modernidad europea: hablamos del relato de la Ilustración, las doctrinas de emancipación del sujeto, la dialéctica del Espíritu o el Materialismo histórico, entre otras tendencias de este tipo. Lyotard advierte como las grandes doctrinas filosóficas constituían discursos de legitimación para las prácticas científicas y culturales, cuya evolución se veía orientada por el hilo de la emancipación, lo mismo es decir, por el hito político de solucionar racionalmente los clásicos problemas de la desigualdad social y atingir la paz perpetua, la civilización en estado último, perfecto y harmónico – o sea, el fin teleológico de la historia.
Infladas por la confianza en el progreso científico y tecnológico, estas ideologías de la Modernidad difundían un optimismo histórico y político, proponiendo un futuro próspero, feliz e igualitario para todos los seres humanos. Sin embargo, una vez superadas las guerras mundiales, se evidencia que estos modelos han encaminado al final los países y los pueblos a la confrontación militar, al colonialismo, a nuevas formas de iniquidad y explotación del hombre por el hombre. A las teorías, ideas y movimientos críticos mientras tanto surgidos se viene a dar el nombre de posmodernos, ya que ponen abiertamente en causa las metanarrativas y sus modos de legitimación, pregonando su demérito y agotamiento.
De esta manera, la Posmodernidad es en primer lugar una época de crítica y disensión, que afecta directamente a los Estados, las instituciones, sus antes celebradas políticas culturales y ideológicas, sus modelos de propaganda y de moralidad. En cambio, se adentra en la sociedad la multiplicidad y la convivencia de valores y referencias: proliferan por el tejido social visiones y perspectivas alternativas, que se reclaman de sus espacios de legitimidad y influencia, a través de las organizaciones no gubernamentales, grupos de intereses variados, toda la pluralidad de formas de asociativismo y activismo.
La sociedad es en su esencia lenguaje y por eso los individuos están conectados por intermedio de redes, que cada vez se perfilan más abiertas, flexibles, sinergéticas. Por eso los jóvenes, las mujeres, las minorías étnicas, de orientación sexual, y tantos otros grupos tradicionalmente secundarizados o discriminados, están hoy en condiciones de invocar su propia voz, sus derechos a la participación pública y cívica, sus espacios de producción cultural autónoma y original. Es por eso que el terreno de la estética es tan importante para la problemática posmoderna: el panorama de las artes, de hecho, registra un momento inédito en la historia, con el rechace de tendencias dominantes y modelos rígidos, adoptando, al revés, la pluralidad, la experimentación, la innovación y la miscegenación constantes.
La Condición Posmoderna pues, si la estamos viviendo, es aquella de la tensión entre esperanzas e contradicciones permanentes, es un tiempo de crisis, debido a la persistente paradoja entre saturación y carencia. La nuestra es una era de apertura, de aprendizaje de diferencias, tolerancia, coexistencia de discursos e prácticas, de encrucijadas lingüísticas, narrativas y pragmáticas, cuya heterogeneidad y mutabilidad también pueden significar indeterminación, fragmentación y relativismo, y, por fin, angustias y conflictos. Pero, como nos exhorta Lyortard, hay que maravillarse también ante estos flujos de diversidad discursiva, disfrutar de sus horizontes de libertad y elección.
4. Vattimo: en los caminos del optimismo
Esta última nota esperanzadora dejada por una breve lectura del pensamiento de Lyotard constituye el mejor pasaje para llegar hasta las ideas optimistas del italiano Gianni Vattimo, que ha visto en el posmodernismo una gran oportunidad para el avance de la pluralidad democrática, en un clima de integración, convivencia y respecto mutuo por las diferencias de cada uno. En realidad, la base ética y política de la sociedad posmoderna sólo podrá residir en la observación del derecho de los demás a sus libertades, condición para la conservación de nuestra propia autonomía.
Lo que Vattimo viene a decir es que el posmodernismo ha procedido a una debilitación de las estructuras metafísicas y de los principios dogmáticos que servían de base a sistemas de poder violentos, injustos y promotores o perpetuantes de las jerarquías, de los privilegios y de la inigualdad entre los humanos. Con el recurso a este pensamiento débil, crítico feroz de las normatividades y de sus pretensiones naturalistas e incluso sobrenaturales, pero a la vez, conciente de sus propios límites y de su misma contingencia, se abre espacio a una sociedad más equitativa, donde todos tienen voz, donde se produce un efecto de horizontalización de los discursos y de los valores, pues cada registro posee la misma legitimidad adentro y hacia el tejido social, no existiendo una escala según la cual algunos lenguajes, axiologías o prácticas tuvieran más credibilidade o merecieran un estatuto superior que otros.
Gianni Vattimo además es un caso muy curioso a nivel personal, porque él mismo asume en su vida y en sus opciones una panoplia de lenguajes y tendencias, en apariencia incompatibles, pero perfectamente conciliables desde que debidamente repasadas por el filtro del pensamiento débil, y por lo tanto, depuradas de su primitiva carga dogmática. En realidad, el profesor turinés nunca dejó de reconocerse como cristiano confieso, pero a la vez ejerce cargos políticos por el Partido Comunista Italiano, es un activista de los derechos de los homosexuales y sus filósofos de cabecera son Nietzsche y Heidegger. En fin, es él mismo un autentico fenómeno de prosopopeya de lo posmoderno.
Por otra parte, Vattimo não solamente es un pensador nativo del continente europeo, sino que es asumidamente europeísta, habiendo ya desarrollado funciones de eurodiputado, y ocupado cargos de relieve en materias como los programas de intercambio Sócrates y Leonardo, los derechos de los animales y la integración de las minorías discriminadas. Hablamos, por lo tanto, de alguien realmente implicado y aplicado en el proceso de la construcción europea, sea en el ámbito teorético, como práctico.
Es en esta dirección que apunta una de sus obras más recientes, publicada en el 2004, Il socialismo ossia l’Europa, donde el pensador italiano explana el significado y las posibilidades de futuro del proceso de edificación e integración europea, bajo la égida de un programa político de izquierdas, que es, según Vattimo el modelo que está históricamente enraizado y conforme con la idiosincrasia de nuestro continente, con su tradición del walfare y de una estructura estatal con personalidad fuerte, que regule la economía y sepa garantizar los derechos de todos los ciudadanos.
Para el autor, de hecho, la identidad de Europa, que es esencialmente cultural y no natural, positiva o etnicista, pasa hoy sobremanera por la afirmación de un modelo de solidariedad social transversal, abarcando los diferentes estratos, clases y generaciones, o sea, abrazando y permitiendo el normal desarrollo y expresión de todas las voces, auténtico sustento y corolario de la multiplicidad. Se trata pues, de un modelo de claras resonancias posmodernas, en contra de los prototipos unidimensionales, hoy en gran medida representados por la hegemonía planetaria e imperialista de EEUU, a los cuales Europa también debe saber contraponerse, rebatiendo su capitalismo salvaje y paternalista como única solución válida para la definición del orden y equilibrio internacional.
5. Bauman, prudencia y descontentos
Zygmunt Bauman es el tercer autor fundamental de nuestro estudio y sus posiciones no suelen ser tan animadas o alentadas como las de Vattimo, si bien que también en él se vislumbra un deje de esperanza y confianza por nuestro destino común, pero que no puede disociar de una posición de firme diagnóstico y clara denuncia de los males que afligen el mundo hodierno de la globalización. Este es además el sentido de su envolvimiento con una perspectiva crítica, empeñada, al final emancipatoria de las ciencias sociales - como antes de él han tenido otros sociólogos, como el desaparecido Pierre Bourdieu, quien también lo preconizaba. Asímismo, por lo tanto, para Bauman, existe una relación tierna y umbilical entre la filosofía y sociología, esta misma que no debe dimitirse de sus responsabilidades y tareas de interpretación especulativa y crítica de lo real, en beneficio del progreso y de la liberación antropológica.
Notemos también que Bauman se matiza por un coraje y una persistencia admirables, ya que naciendo polaco, de familia judía, sufrió de cerca y en la piel las persecuciones nazis y las purgas estalinistas contra los hebreos. Una vez radicado en Leeds, Reino Unido, donde ha podido con gran éxito proseguir su carrera universitaria, hasta tornarse la figura de reconocido mérito internacional que es hoy en dia, Bauman se tornó por derecho propio uno de los grandes pensadores de la polémica posmoderna, tema sobre el cual detiene larguísima bibliografía publicada.
Es verdad que, últimamente, Bauman ha querido reformular sus conceptos y nomenclaturas, y en sus libros más recientes ha prácticamente suprimido los términos postmoderno y sus derivados, tendiendo a remplazarlos por nociones como la modernidade líquida y aparentados: así pasa con títulos conocidos, como Liquid Life y Liquid Love (Vida Líquida y Amor Líquido, respectivamente). No obstante, no quiere parecer que esta inflexión terminológica por lo líquido como categoría teorética se puede fácilmente entender como la busca y la legítima aspiración de un autor ya ilustre para desembarzarse de modas intelectuales y forjar un marco conceptual propio, en un momento en que su reconocimiento mundial se está plenificando largamente.
Pero, en verdad, la forma como Bauman aborda la cuestión de lo líquido - de la sociedad, de las relaciones humanas, de los códigos, valores y actitudes - en sus obras más recientes encajan perfectamente con los análisis de la dicha posmodernidad. Bauman, de hecho, designa por líquido la fluidez y dinámica de los procesos sociales y de los vínculos interpersonales, la contingencia y la mutabilidad de los principios y axiomas que de alguna manera caracterizan el mundo contemporáneo, la ausencia de configuraciones y paradigmas estables y estáticos, más descentrados y ambivalentes, pero también menos duraderos e imperativos que antaño. O sea, lo líquido se opone a lo sólido sensiblemente en los mismos moldes que lo posmoderno se contrapone a lo moderno.
Además, el sociólogo polonés también es un pensador implicado con la cuestión de Europa, como lo prueban los textos Europe of Strangers (1998) y Europe, an Unfinished Adventured (2004). Los títulos ya nos dicen algo sobre este binomio tensional entre, por un lado, una perspectiva de esperanza sobre el porvenir de la Europa, entendida aquí como una gran gesta colectiva, y, por otro, el reconocimiento de las dificultades asociadas a las bolsas de exclusión, discriminación, inseguridad y enfrentamiento. Entre hostilidad y hospitalidad, el camino de Europa se hace por la vía difícil pero necesaria de la tolerancia y de la solidariedad, emprendiendo el sendero de aprender a respectar y aceptar el otro y a los otros, en su diferencia, y en la igualdad de los derechos de todos.
Simplemente, Bauman se distancia de la lectura vattiminiana que a veces podrá parecer demasiado apologista, entusiasta o optimista. El Profesor Emérito de Leeds no se demarca de la necesidad de una aclaración eficaz y válida sobre las formas delusorias, sutiles y latentes de opresión y alienación, que proliferan, incluso en un contexto civilizacional marcado por una democracia que funciona correctamente al nivel formal. Bauman alerta pues para el hecho de que la actual coyuntura no está en nada exenta de fenómenos de exclusión, marginación y descontentos.