11deJulho

tendências, souvenirs, beijos esparcidos aos precipícios dessa coisa rugosa que muitos chamam amor, solilóquios, colóquios, provocações e invectivas, enfim, de tudo um pouco, daquilo que sou

Thursday, April 26, 2007

¿Una Europa posmoderna es posible?

Reflexión

A propósito los 50 años de la Unión Europea

¿Una Europa posmoderna es posible?

En el momento en que U.E. celebra cincuenta años de su formación, las tesis sobre la posmodernidad parecen haber llegado al final, parecen haber pasado de moda. ¿Será que hay espacio y tiempo para los ideales sociales postmodernos, o es que nuestro continente se ha convertido otra vez en territorio de la Utopía?

La relevancia de reflexionar la visión europea sobre la Posmodernidad se prende con varias órdenes de motivos. Pero, el primero sería que el debate sobre la Condición Posmoderna, al menos en el ámbito de la filosofía y de las ciencias sociales y humanas tiene un origen europeo: ha sido introducido, en este plano teorético por el francés Jean-François Lyotard, en 1979. Aunque el término ya existiera en los círculos de la arquitectura y de las artes, entra en las academias de letras y en los libros de filosofía por la mano de Lyotard, entretanto desaparecido en 1998.

Obviamente, la controversia sobre la posmodernidad se expandió, y muy rápidamente, a la escala mundial, sobretodo al continente americano, pero este origen innegablemente europeo de la cuestión nos da aviso y relieve para indagar sobre una eventual especificidad del pensamiento posmoderno europeo y ver, casi treinta años después de su aparición primera, pues cual es el estado de la cuestión en Europa, incluso para ver si se enfrenta a un posible escenario de estagnación o desaparición.

Hay que ver desde luego que tipo de relación conserva un pensamiento que se asume o pretende posmoderno, o posmodernista, respecto a lo que se puede considerar la Modernidad. Porque en principio el «post» (de posmodernidad) quiere decir un después, o sea, pretende ser una superación, una negación, un sobrepasar de la Modernidad. Pero la Modernidad, la idea de Modernidad, también ha sido una invención europea, por lo tanto, está claro que hablar de Modernidad puede acarrear o implicar una cierta visión de lo que es Europa.

Por lo tanto, si la posmodernidad es un intento de rechazar la modernidad, de ir en contra de la modernidad, de sobrepasarla, esto también querer decir que están en juego dos visiones distintas, posiblemente antagónicas de lo que es ser Europa, de lo que significa ser europeo. Porque la modernidad era un anhelo, una aspiración, un designio, remarcablemente de europeos. Que tenemos ahora, ¿que ese proyecto fracasó? ¿Que ya no tiene sentido? Y la posmodernidad que es: ¿un escenario histórico, un contexto civilizacional, sólo un movimiento crítico o sencillamente un conjunto de ideas innovadoras, provocativas, reivindicativas... iconoclastas?

De acuerdo con el mismo Lyotard, ese proceso de cuestionamiento o falencia de la Modernidad, empieza después de la segunda guerra mundial, con la verificación del fracaso de las ideologías y de las metanarrativas, que en vez de conducir a la liberación del ser humano, al final han conducido a la más grande de todas las desgracias: la devastación auto-infligida de Europa. Esto significa que en los años siguientes, los sectores sociales del continente, sus fuerzas vivas, se han visto obligados a repensarse en sus valores, en su identidad, en la existencia o no de un proyecto cabal y capaz para sus voluntades y esperanzas. Y así adviene el pensamiento crítico respecto a lo moderno. Claro que sólo mucho más tarde este tipo de pensamiento se viene a llamar posmoderno, pero habría también, históricamente, una relación intestina, orgánica, crucial, entre Europa, una Europa en resaca de su propio proceso de autodestrucción, y el surgimiento de la corriente (o de las corrientes) posmodernas.

Nos parece fundamental acercarse a los dilemas de nuestro tiempo, a los enfrentamientos, a las disputas, a los problemas inherentes a la realidad que es la nuestra, la actualidad que nos rodea y nos interpenetra. Creemos esa una tarea fundamental de la filosofía, situarse en su tiempo y desde su tiempo pensar la realidad que le sirve de entorno, a partir de un horizonte hermenéutico y crítico. Y bueno, el entorno es espacio-temporal, por lo tanto es el tiempo presente, pero también el espacio que habitamos, porque es en él que vivimos y somos, al final.

O sea, el espacio que habitamos y donde somos es Europa, y por lo tanto tiene toda la cabida interrogarse sobre lo que Europa es hoy: ¿un gran territorio transnacional por cuyas fronteras pueden circular, de forma más o menos libre, las personas y ... las mercancías? ¿Las personas entendidas sólo como trabajadores o las personas como ciudadanos de hecho? Y a esto podemos añadir: ¿las ideas, las modas, estilos de vida, tendencias culturales, también circulan más o menos libremente?

Lo que podemos ver es que hay una democratización del acceso a los medios de transporte (hoy es mucho más barato viajar, las nuevas generaciones pueden desplazarse por Europa con una facilidad que las generaciónes de sus padres no ha tenido), las actuales tecnologías permiten la instantaneidad y la continuidad comunicativa de forma que hace unas décadas era impensable, los programas de intercambio escolar y prelaboral hacen parte de la política oficial de las instituciones europeas. Recuerdo que un pensador como el italiano Gianni Vattimo, gran propulsor de las ideas posmodernas durante los años 90, ha sido responsable por los programas Sócrates y Leonardo y los impulsó muchísimo, para os dar un grato ejemplo.

Esto son factores que motivan las generaciones de los diferentes países a interaccionar cada vez más, a conocerse mejor, a hablar otros idiomas, a buscar puntos de identificación en la variedad. Hoy, por ejemplo, hay festivales por toda Europa donde se exhiben cortos metrajes de varios creadores europeos, los DJs tienen sus circuitos continentales, hay exposiciones con obras de jóvenes artistas también de diversos países, en fin, la cultura urbana juvenil está muy activa en Europa, tiene su visibilidad, su movilidad, su vitalidad, su impacto cultural. Y esto tiene obviamente sus resonancias a la hora de conocer diferencias y similitudes y de eventualmente pueden generar una nueva conciencia o identidad supranacional de pertenecer a algo común, y que puede incluso ser desafiante y estimulante, creativo y novedoso.

Por lo tanto, hay una cultura urbana más fuerte, más vívida, abierta, creativa, mezclada e integradora, al nivel racial, étnico, etc, interactiva y transversal, en la cual, más que nunca, participan la juventud, las mujeres, los homosexuales, en fin, las minorías tradicionalmente desclasificadas y repudiadas, reclamando sus derechos y ejerciendo un protagonismo creciente, que da al tejido social un descentramiento y un polimatismo que, a falta de otro término podemos referir de posmoderno - porque de alguna manera la modernidad era representada por el predominio del hombre: masculino, blanco, heterosexual, adulto esclarecido, etc. – esto es un prototipo que está en desintegración, como podemos ver, por ejemplo, con el profundo rechazo que tiene actualmente en el Estado Español la violencia doméstica contra las mujeres, un fenómeno torpe y que sigue subsistiendo, pero sin el reconocimiento que sea una forma válida para la sociedad contemporánea.

También existe el lado oscuro del proceso, que tiene que ver con la degeneración de la política, patente a través de discursos prohibicionistas y demagógicos. En varios países nacen movimientos que quieren reponer las fronteras, segregar los extranjeros, controlar la inmigración. El terrorismo, es verdad, se infiltra y difunde el miedo y el pánico en las grandes metrópolis, pero los que mandan también utilizan el poder policial y/o militar para defender sus propios intereses particulares y reprimir el deseo legítimo a la diferencia. Así como firmaba Lyotard, por lo tanto, la transición entre la modernidad y la posmodernidad conlleva en su eje un problema de legitimación.

La Unión Europea, políticamente, busca esa legitimación en referendos a los cuales la gente vota NO - en varios países ocurrió así. Entonces, importa demandar si el proyecto de construir una Europa unida (que no necesariamente única) es una idea que está de acuerdo con el pulsar, y el sentir de las gentes del continente, si está de acuerdo con sus voluntades, o si el rechazo se debe más bien a una profunda desconfianza, en el sentido en que varios estudios apuntan - que esta Europa no corresponde a los ciudadanos, sino más bien a las multinacionales, que la libertad de circulación es de los trabajadores pero no de los ciudadanos que puedan participar en la vida política activa del gran espacio comunitario.

O sea, ¿el momento político de Europa refleja la impreparación de las gentes, o de algunas generaciones, de algunos sectores sociales, para abrazar un programa de estas dimensiones, esta aventura, como la designa Bauman? ¿o será inversamente que pone a claro el descrédito de una clase política poco competente, éticamente dudosa y sin real capacidad ni aptitud para llevar a cabo la grandeza del proyecto? Son cuestiones que obviamente son de respuesta difícil, pero os dejo pensando en ellas. Lo esencial, sin embargo, es hacer pasar la idea que meditar sobre la posmodernidad es igualmente pensar lo que es ser europeo hoy, en tiempos de globalización y resistencia, conflictos y tolerancias, convivencia de discursos y prácticas, coexistencia de valores plurales, mutables y diseminados.

Pensadores destacados, como el referido Gianni Vattimo, o como el prestigioso profesor emérito de sociología Zygmunt Bauman, apuntan a que el futuro de Europa depende necesariamente de la conciencia y de la práctica de la democracia por parte de sus ciudadanos, asumidamente libres y responsables. No podrá ser de otra manera, si además lo que vemos es la continuada degradación del nivel de la política, de los medios de comunicación, y ante el grave riesgo que significa la creciente influencia de las corporaciones multinacionales en el ajedrez internacional. ¿Está Europa preparada para ser un espacio de Libertad? Más allá de que sea en clave posmoderna, o que eso represente un retorno a las utopías, esperemos que la respuesta sea sobretodo una rotunda afirmativa.

Alexandre Nunes de Oliveira

Diário do Sul / Universitat Autònoma de Barcelona

(articulo publicado en Diário do Sul, Évora, Portugal, edición bilingüe de semana santa, 06/04/07, p.10)

ando@portugalmail.pt


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