Pequeña nota sobre pintores portugueses de la modernidad
No es que sean decisivos para la historia del arte, pero no dudo que la posición periférica de Portugal les otorga un olvido inmerecido a nivel internacional. Hablo de pintores como Carlos Botelho, Almada Negreiros, Amadeo de Souza Cardoso e Maria Helena Vieira da Silva, de los cuales haré una muy breve presentación.
Amadeo de Souza Cardoso, o la muerte precoce
Amadeo de Souza Cardoso (1887-1918) es seguramente uno de los más brillantes pintores portugueses de todos tiempos. Su muerte prematura, causada por la tuberculosis, cuando tenía tan sólo 31 años, estancó no solamente un talento que todavía tendría mucho a desvelar, como también impidió que su reconocimiento universal se cumpliera.
Amadeo de Souza Cardoso, Brut 300 TSF
Después de iniciar sus estudios artísticos en Portugal, se trasladó con 19 años de edad a una aventura llamada París. Ahí se convirtió rápidamente en amigo de otro joven pintor homónimo: Amedeo, de apellido Modigliani, con quién compartió taller durante un par de años. En 1911 ambos han hecho más que una exposición conjunta en la capital francesa.
Llegado el año de 1913, Amadeo partió a los Estados Unidos para ahí enseñar su obra. Al regresar a Europa, no dejó de pasar por Portugal y presentó dos muestras, una en O Porto y otra en Lisboa. Sus obras fueron muy mal recibidas, recogiendo un profundo menosprecio de la crítica. El escándalo llegó al punto de suscitar confrontaciones físicas entre los (pocos) admiradores de la pintura moderna y sus oponentes rabiosamente más conservadores.
Amadeo fue uno de los pioneros absolutos del cubismo, visiblemente en la línea de Braque y Picasso, aunque haya desarrollado una estética muy personal, imaginativa y con un uso del color de tendencia libre y fauve. Su técnica era apurada, denotando también cierta predilección por la sensibilidad cromática y formal de los Delaunay. Fue igualmente unos de los primeros artistas a utilizar elementos gráficos tradicionalmente no pictóricos - como la caligrafía, textos, poemas o simplemente letras y números -, así como a aplicar nuevos recursos plásticos, como trozos de periódico, madera, metal y otros objetos en sus composiciones.
Poco después de su muerte, París le organizó una gran retrospectiva, muy apreciada tanto por el público como por los críticos. En Portugal, sin embargo, sólo años más tarde se ha reconocido su genialidad y originalidad. La falta de continuidad de su trabajo, sin embargo, llevó su nombre a un injusto olvido.
Almada Negreiros, alma plural
Uno de los primeros entusiastas en Portugal de la obra de Souza Cardoso, de quien al final también se tornó amigo, fue José de Almada Negreiros (1893 - 1970), una de las personalidades más importantes y representativas de la bohemia de Lisboa durante el siglo XX. Su larga longevidad le ha permitido convivir con escritores de la talla de Fernando Pessoa, Mário de Sá Carneiro e Natália Correia, además de muchísimos otros intelectuales y artistas. Su esposa, Sara Afonso, también ha sido una destacada pintora modernista.
Almada Negreiros, Retrato de Fernando Pessoa
Almada, un poco a la manera de Jean Cocteau, cultivó al largo de su vida múltiples expresiones artísticas: escribió cuentos para niños, poesía y novelas, piezas de teatro cuyos estrenos él mismo llevó a la escena, además de guiones para cine y colaboraciones en la dirección de películas de ficción y documentales. Realizó escenarios para innumerables espectáculos y trabajó igualmente como arquitecto, decorador e ilustrador para libros de otros autores.
Fundó y dirigió varias revistas de tendencia vanguardista, de las cuales la más famosa fue Orpheu, en la cual también escribía Pessoa. Fue igualmente responsable por innumerables textos de ensayo y manifiestos, como el Ultimatum Futurista às Gerações Portuguesas do Século XX, lanzado en 1917. Durante la década de 20 vivió en París y Madrid, ciudades en las cuales también practicó el periodismo, como corresponsal. Regresó definitivamente a Lisboa en el inicio de los años 30.
A pesar de su extensa y prolija creatividad, Almada ha mantenido una relación razonablemente pacífica con el Estado Novo (la dictadura de António Oliveira Salazar, coetánea de la Franco en España). En los años 60, cuando su reputación de artista era ya inquebrantable, el gobierno accedió incluso a encargarle algunas importantes obras públicas, como los vitrales de la nueva Aduana Marítima de Lisboa o los murales de la Ciudad Universitaria, también en la capital, que todavía se pueden contemplar ahí.
A nivel pictórico, sus influencias primordiales han sido el surrealismo y el cubismo. Pasó después por un periodo excesivamente picassiano, y culminó su carrera con un cruce entre ciencia, arte y esoterismo inspirado en el eclecticismo de Leonardo da Vinci, pero con timbre propio. Hoy en día sigue siendo una de las figuras más destacadas y respectadas de la cultura portuguesa de todos los tiempos.
Carlos Botelho, pintor de Lisboa
Carlos Botelho (1899-1982) es por antonomasia el pintor moderno de Lisboa. Supo captar su luz y transportarla a las telas, que denotan un expresionismo tardío pero muy personal, invadido por un colorismo fauvista. Además de sus múltiples autorretratos, la ciudad – real y fantástica - es el principal motivo de su obra, la cual, es, por lo tanto, muy autoreflexiva.
Carlos Botelho, Lisboa e o Tejo
Frecuentó la Facultad de Bellas Artes de Lisboa, pero insatisfecho con la tendencia neoclásica ahí dominante, se mudó una temporada a París, aprovechando la amistad de Maria Helena Vieira da Silva y de su marido, el también pintor húngaro Arpad Szenes, que entonces ya residían en la Ciudad-Luz.
El éxito puntual que fue teniendo en algunos círculos internacionales, no ha pasado desapercibido al régimen de Salazar. Y Aunque la pintura de Botelho fuera profundamente individual, desprendida y celebratoria de la vida para encajar con los modelos de la estética fascista, la dictadura intentó aprovecharse de su prestigio, proporcionándole excelentes condiciones de trabajo y invitándole frecuentemente para exponer, en representación de Portugal, en eventos por todo el mundo.
Botelho no se lo desaprovechó y ha gozado de una vida de turista accidental, contactando con los medios artísticos de todo el planeta y granjeando algún reconocimiento, sobretodo en las Bienales de Venecia y São Paulo. A pesar de todo, siempre ha mantenido una vida privada discreta y alejada de la luces del estrellato.
Maria Helena Vieira da Silva, la poética y el espacio
Durante todo el siglo XX, artistas como Aurélia dos Santos, Paula Rego, Graça Morais o la misma Sara Afonso han garantizado que la historia del arte vanguardista portugués no se pueda escribir sólo en el masculino. Pero más que eso: la notabilidad y difusión mundial que ha alcanzado Maria Helena Vieira da Silva (1908-1992) haz con que ésta pintora sea probablemente el pintor más importante del modernismo portugués.
Vieira da Silva, de la serie Bibliotecas
Su madurez artística arranca con un expresionismo lírico que gradualmente ha tendido a la abstracción espacial, más asumida a partir de los años 50, aunque la figuración nunca haya verdaderamente desaparecido de su pintura. De hecho, algunas de sus obras maestras son aquellas en que se da una transmutación, un conflicto - o una harmonía, según el punto de vista – entre abstracción y representación, al retratar lugares o objetos reales cuyas formas tienen un carácter geométrico muy marcado: rascacielos y visiones lejanas de ciudades y jardines, por un lado, o, por otro, puertas, rachuelas, rejas de ventanas y portones, o también armarios con libros.
Muy famosos, en realidad, se han tornado estos últimos, conocidos como las Bibliotecas – composiciones que pueden ser, efectivamente, abordadas como abstractas o figurativas: podemos detectarles tan sólo líneas e colores mas o menos organizados geométricamente, o bien intuir los contornos de las estanterías horizontales llenas de libros de variados colores orientados en vertical.
Además de esta disolución de fronteras entre abstracción y figuración, fue la noción de espacio que se convirtió en un elemento muy importante de su estética. Muchos de sus trabajos, aunque no especialmente figurativos, mantienen una fuerte dimensión de perspectiva angular y incluso de fuerte dinamismo y de sensación de movimiento. Como ella misma decía: «Procuro pintar algo dos espaços, dos ritmos, dos movimentos das coisas». A nuestros ojos - y tan afortunadamente – lo conseguió.
(comentario realizado en el ámbito del curso Las Vanguardias Artísticas y la Revolución Científica en el Primer Tercio del Siglo XX, con el Prof. Joan Rovira Salès; UAB Abril 2005)
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